¡Hoy hemos salido al mundo exterior! Después de seis
días encerrados entre los muros del hospital, por fin hemos atravesado la
barrera que nos separaba del otro lado.
A pesar de ser sábado, hoy también hemos tenido quirófano.
Pensábamos tomarnos toda la tarde libre, pero había que operar a una mujer con
anestesia general a las 15:30. Hemos comido deprisa y corriendo y allí
estábamos a las 15: 30, puntualidad española. El anestesista ha aparecido a las
16:00, puntualidad chadiana.
Sor Fernanda,
chocolate, chorizo y turrón
Después de la intervención, hemos ido a visitar a las
religiosas italianas, que conviven en el hospital junto a otra congregación de
monjas mexicanas. Sor Fernanda es italiana, y se la ve a menudo paseando en una
bicicleta con cesta por las instalaciones del hospital. Lleva 37 años en el
Chad, sumados a otros siete que pasó en Egipto. Ha pasado toda una vida en
África y aquí es donde quiere ser enterrada cuando llegue el momento. Durante
nuestra visita hemos compartido con ellas unos "presentes" que les que
les han encantado, ¡sobre todo a Sor Fernanda!: chorizo, chocolate y turrón.
A las hermanas mexicanas no hemos ido todavía a
visitarlas, pero Pilar, que es la óptica que ha viajado en esta expedición,
estuvo ayer con ellas. Su ayudante en el taller de óptica, Reina, es una seglar
muy “salada” que vive con ellas. Nos regalaron un postre que está buenísimo,
debe ser por la mano de Dios J.
Fútbol, cerveza y
jazz… sin jazz
Tras la visita, hemos quedado con los otros
cooperantes (véase la crónica del 15 de noviembre): Bea, Vanesa, Luis y Pablo,
para ir a ver un partido de fútbol televisado... ¡Barça-Real Zaragoza!
Increíble pero cierto. Por lo visto aquí el fútbol tiene mucha aceptación y
todo el mundo es del Madrid o del Barcelona. Hemos quedado pensando que el
partido era a las siete de la tarde, pero resulta que era a las ocho, así que
mientras esperábamos, nos hemos tomado cerveza en una terracita con una luz muy
tenue, con aire de club de jazz, pero sin el club y sin el jazz.
La cerveza cuesta alrededor de 1€, pero es de 650 cc.
Yolanda, la oftalmóloga, y yo, hemos compartido botella para salir con cierta
dignidad del garito. Y ha llegado la hora del partido, pero realmente,
exceptuando a Jesús, el oftalmólogo, y a Luis, el gerente, al resto, el fútbol
ni fu ni fa, así que nos hemos quedado en la terracita escuchando las
historietas de Pablo, el cirujano. Debería escribir un libro porque tiene unas
vivencias muy curiosas y extravagantes, tanto a nivel profesional como
personal.
En el descanso del partido, las chicas nos hemos ido a
preparar la cenita española que tocaba hoy, mientras los chicos se quedaban a
ver cómo el Zaragoza encajaba tres goles del Barça. Menos mal que el Zaragoza
ha metido un gol para salvar la dignidad.
La cena española ha consistido en una mezcla de la
infinidad de comida que trajimos por si acaso… Todo ello regado con unos
vinitos franceses que compramos en el aeropuerto de París.
Hemos pasado un rato muy agradable y nos hemos echado
unas risas, ¡que ya tocaban después de tanto trabajo!
Domingo 18 de noviembre
Ayer volvimos a cruzar la barrera que separa el
hospital del mundo exterior. Pero antes de salir, os voy a explicar cómo está
distribuido el hospital. Ocupa una extensión bastante importante de terreno y
está todo rodeado por una pequeña muralla, como la mayoría de los edificios
importantes en este país. Hay varios edificios de una sola planta, cada uno
destinado a un servicio, maternidad, pediatría, medicina interna, bloque
operatorio, farmacia, etc. También hay un edificio donde se trabaja con
enfermos de VIH, esto lo hacen principalmente las monjas. Rodeadas por un
cuidado jardín están las dependencias de las religiosas y también la del cura
director del hospital. Las casas de los cooperantes están a la entrada del
hospital. Suelen ser casas individuales o a lo sumo con dos habitaciones.
Después hay unas dependencias comunes como son el comedor o la sala de
Internet, que me permite mantenerme unida a todos vosotros.
Puesta de sol en
el río Chari
Y ahora nos vamos de excursión. El domingo por la
tarde aprovechando que nos habíamos tomado fiesta, hicimos una pequeña
escapadita. Nos fuimos con el gerente del hospital, que es el chico mallorquín
que se va a pegar aquí un año gestionando el hospital, y Bea, la farmacéutica,
que estará aquí seis meses. Y los cuatro componentes de la expedición, Jesús,
Yolanda, Pilar y yo, fuimos al río Chari para ver la puesta de sol, que tuvo
lugar sobre las cinco y media de la tarde. El viajecito por caminos de tierra,
duró apenas media hora. Cuando paramos, nos encontramos a un grupo de chicas
jovencitas que regresaban a su poblado. Les preguntamos si se querían hacer una
foto y empezaron a huir despavoridas, pero insistiendo un poco, al final
accedieron y luego se partían de risa cuando les enseñamos las fotos. La puesta
de sol fue preciosa, como casi siempre que te detienes a ver cómo se esconde el
sol. Pero si además le pones un poquito de agua donde se pueda reflejar, el
espectáculo es maravilloso.
Hoy, como todos los días desde que estamos aquí, el
gallo se ha despertado a las cinco y media de la mañana para anunciarnos que el
sol que despedimos ayer, ya ha vuelto a salir. Es curioso cómo la sensación “de
lunes” es la misma que en España, porque aún estando tan lejos, significa
volver otra vez a la rutina. Mientras los oftalmólogos y la óptica se van a la
consulta, yo me voy al quirófano a preparar todo y echar Sterilium por todos
los rincones, que digo yo que algo hará, al menos yo me quedo más tranquila.
Para los que no seáis del mundo sanitario, el Sterilium es un antiséptico que
en otras cosas lleva alcohol y que es un potente asesino en cuanto a virus y
bacterias se refiere. Normalmente se utiliza sobre la piel, pero yo aquí se lo echo
a todo lo que se me ocurre: mesas, encimeras, microscopios, mi piel, etc.
La hora de comer llega enseguida, porque solemos
llevar horario español, o sea que comemos sobre las dos. A esta hora y hasta
las cuatro de la tarde, quitan la luz. Después, funciona desde las cuatro hasta
las once de la noche, cuando la cortan de nuevo hasta las ocho de la mañana. El
quirófano tiene un grupo electrógeno para poder funcionar las 24 horas si fuese
necesario.
Después de la comidita quedan algunos minutos para
descansar y retirarse cada uno a sus aposentos o quedarse en el salita común
que tenemos. Pero hoy el descanso se ha convertido en una inundación. La
tubería de la habitación de Pilar, construida al estilo chadiano, se ha roto y
cuando me he asomado a su habitación, pensaba que le tenía que tirar el
salvavidas para poder salir. Lo cierto es que me he asomado porque he oído a
mis compis montar follón y al salir es cuando he visto que la época de lluvias
había vuelto otra vez. Y allí hemos estado, media hora achicando agua. Han
dicho que mañana lo arreglarán... o no.
Viernes 23 de
noviembre
Kit de supervivencia en Chad
No sé si os he
contado cual es nuestro kit de supervivencia en el Chad, o más concretamente en
Bebedjia, el pueblo donde estamos. Todas los días salimos equipados con
nuestras mochilas en las que llevamos el agua clorada, el repelente de
mosquitos, el móvil y/o dispositivos electrónicos por si acaso hay tiempo de
acercarse a Internet, la linterna, porque a las cinco y media ya es de noche, y
en mi caso hay días que también llevo los zuecos de quirófano porque cuando
acabamos de operar, los enfermeros raudos y veloces, saltan a coger la fregona
para limpiar el suelo y entonces me da corte volver a dejar los zuecos y
pisarles el suelo...
A todo lo anterior, hay que sumar que cada día
hay que coger material, que guardamos en la casa para llevarlo a quirófano
porque en el "bloque operatoire", como dicen ellos, es imposible
tenerlo todo.
Y os
preguntareis si no sería más práctico llevar toda esta parafernalia en el carro
de la compra, pero el problema es que el carro de la compra no circula por los
caminos de tierra.
En cuanto a la
vestimenta, no sé si alguna vez he ido tan sucia porque a pesar de que podemos
echar la ropa a lavar y nos la devuelven al día siguiente, a mí los pantalones
limpios no me duran ni cinco minutos porque enseguida se me ensucian de tierra.
Es recomendable llevar manga larga y también pantalón largo por los dichosos
mosquitos, así es que a la una o las dos del mediodía cuando salimos del
quirófano, el calor que pasamos es bastante considerable. Y cuando volvemos a
eso de las cuatro otra vez a operar, el calor es bastante parecido.
Lo de tener que
echarse repelente de mosquitos no es nada agradable y si lo mezclas con la
crema de la cara o con la del cuerpo, el resultado es un pringue completo.
Vamos que estoy como para que alguien me dé un bocado… Ligar, lo que se dice
ligar, en estas condiciones va a ser que no.
Viaje de vuelta: coche, avión, otro avión,
tren, y por fin en casa
Esto ya toca a
su fin. Hoy viernes, hemos terminado las operaciones y mañana sábado toca
recoger todo y hacer inventario. El domingo saldremos muy pronto, a eso de las cinco
de la madrugada, no sé si habrán puesto ya las calles. ¡Ay! Que aquí no hay
calles…
El viajecito
hasta la capital, N’Djamena, dura entre 6-7 horas, aunque a la ida nos costó
más de 8 por los percances que tuvimos (pinchazo de rueda, cortejo fúnebre…).
Esperemos que la suerte nos acompañe en el viaje de vuelta. En la capital,
cogeremos el avión alrededor de la medianoche, rumbo a París. Unas 6 horas de
vuelo, que esperemos las podamos pasar durmiendo. Llegaremos a París, donde
tendremos nuestro primer contacto con la civilización. Confío en que podamos
sobrevivir sin tener un vuelco al corazón. A continuación, un par de horitas de
vuelo y ya estaremos en Madrid. Y luego cada mochuelo a su olivo, o mejor dicho,
a su AVE, para volver a casita. ¿Estáis cansados de tanto viaje? Yo sí y aún no
hemos empezado…
Un saludo
Silvina Giménez