Cronicas desde el Chad

Hola, esta es una nueva visión del Chad.

Silvina Gimenez nos apunta su opinión

Jueves 15 de noviembre

DE SALTAMONTES Y MOSQUITOS…

Escribo estas líneas desde mi cama, en el hospital Saint Joseph de Bebedjia, cubierta con la mosquitera, que resulta algo agobiante, y con la única luz que me da la pantalla del ordenador, porque aquí, a partir de las once de la noche, apagan las luces. ¡Todo un espectáculo!

Acabo de echar a patadas, literalmente, a un saltamontes enorme empeñado en entrar en mi habitación. El potente insecticida que me he traído a Chad no ha sido suficiente para acabar con él, que se empecinaba en quedarse en mi cuarto, y he tenido mandarlo a otro sitio a base de puntapiés. Pero en el intento casi caigo yo también, porque además del insecticida, llevo unas pegatinas de citronela para ahuyentar a los mosquitos, que sumadas al repelente de voladores que tengo que echarme a cada momento, forman un cóctel químico que es una bomba.

Pero, entre tanto mosquito e insecticida, aún no os he explicado cómo es nuestra casa. Estamos alojados dentro del recinto hospitalario. Todas las construcciones son de una sola planta. Tenemos una casa común, donde está la cocina, el comedor, el cuarto de estar y un par de habitaciones. Dormimos en otra construcción que está junto enfrente, y en la que hay cinco habitaciones individuales con baño y ducha incluidos. La verdad es que no nos podemos quejar. Desayunamos en el comedor de la casa, y comemos y cenamos en una sala más grande que está a unos cuantos metros de allí, y donde nos juntamos con el resto de cooperantes. Ahora mismo están Vanesa, una matrona peruana; Bea, farmacéutica de Madrid; Pablo, cirujano de Zaragoza, y Luis, mallorquín y gerente del hospital.

Y estamos nosotros: Jesús, oftalmólogo de Zaragoza; Yolanda, oftalmóloga de Asturias, y Pilar, óptica de Toledo. Estas dos últimas trabajan en Málaga y Jaén, respectivamente. Y también yo, Silvina, enfermera de Zaragoza.

PIZZA Y COUS COUS ENTRE CATARATAS

Nuestra jornada comienza prontito. Quedamos a desayunar a las 7:15, pero yo, a las 5:30, que es cuando amanece, ya abro el ojo. Y a las 8:00, cada uno se va a realizar su trabajo. Pensaréis que tardamos mucho tiempo en desayunar, pero es que además de comer, nos preparamos la mochila con el agua clorada, el repelente de mosquitos y la linterna, porque a las 17:00 es casi de noche.

De los oftalmólogos, uno se queda en consulta y el otro se viene al quirófano. La óptica se queda también en su consulta. Y yo preparo el quirófano. Solemos hacer unas cuatro o cinco cataratas extra capsulares por la mañana y otras cinco o seis por la tarde, además de alguna cosilla adicional que va surgiendo.

En medio de todo eso, paramos a comer. La comida la prepara una cocinera y la verdad es que no está nada mal. Pasta, cous cous, judías verdes, carne, y hoy, ¡sorpresa! Pizza casera, que estaba realmente rica. También hay lechuga, aunque no la comemos, por miedo a que nos pueda sentar mal. El resto de cooperantes que llevan aquí más tiempo, sí que comen de todo y beben el agua sin clorar, solo filtrada. Nosotros además de beber el agua filtrada, le echamos unas pastillitas potabilizadoras.

DIALECTOS, PAISAJES VERDES Y GENTES NÓMADAS

De los lugareños puedo contaros que algunos hablan francés, sobre todo los que trabajan en el hospital, pero resulta un poco difícil entenderlos porque es un francés “a su manera”. La otra lengua oficial es el gambay, y luego hay multitud de dialectos, ya que una buena parte de la población es nómada.

Del paisaje de Chad me ha sorprendido lo verde que está todo. Yo esperaba encontrarme un secarral, pero acaba de terminar la época de lluvia y hay bastante agua. El Logón es el río principal del país y tiene un cauce como dos o tres veces el río Ebro. En cuanto a la moneda, aquí se utiliza el franco chadiano (1 € = 665 francos).