El domingo, se planifico un excursión.

No todo va a ser sufrir, aunque después de la excursión, casi es mejor estar operando.

Nos dijeron que fuéramos a un río donde podríamos ir en canoa a una zona donde hay arboles para poder comer.

Como las distancias y carreteras están como están El tiempo de viaje se alargo mas de la cuenta, de las 2 ó 3 horas que dijeron, se transformaron en 5 ó 6.

Los caminos, en domingo están llenos de gente hacia los mercados, pistas de arena de playa que hacia zigzaguear el coche, sentadas 10 personas con las cacerolas y utensilios para cocinar.

Fue un suplicio llegar. Los carteles indicadores brillan por su ausencia, como podreís imaginar. Y la superficie plana de Chad, llena de los mismos arboles, casas y sin referencias, hace difícil la orientación.

Un voluntarioso ayudante de Dobo dijo que conocía el camino.

Pero después de dar varias vueltas, reconoció que no había ido ninguna vez.

Sor Eve, se puso como una moto, diciéndole que si no sabia, porque se ofreció a ir.

Acabamos en un campo, porque el camino desapareció. Después de volver y preguntar en un mercado, nos fueron indicando. Pero los 20 km que había se transformaron en 2 horas de coche, botando, por caminos cortados, sin cobertura móvil y algún que otro cenizo como yo, diciendo que una rotura del eje en el coche, no haría pasar la noche en la selva, ¡¡¡hubiera sido interesante.!!

Al final llegamos a una zona de playa donde las vacas iban a beber.

Parecía un río, pero muy tranquilo. De repente vemos venir una canoa, un tronco de árbol hueco, con una moto encima.

Se acerca a la orilla y sacan la moto de la canoa, dejándola en el “río” la ponen en marcha y sale del agua a duras penas, pero sale.

Luego nos dicen que vayamos a la canoa. Evidentemente había que descalzarse, pisar por donde estaban las vacas, subir a la canoa y sentarse, allí donde hacia agua.

Toda una aventura. Sentaditos en el borde, nos dicen que no... en el suelo que se puede hundir.

No veáis a 10 personas con todo para el pic-nic, una bici y otro señor que estaba hasta la boina de los blanquitos...

Al final después de la dura travesía, apenas 5 minutos, pero mirando al agua, por si los hipopótamos, llegamos a la orilla.

Sorpresa no era un río, sino una laguna, como decimos por allí, un galacho.

La zona de pic-nic, era un campo de mijo, recién cortado, al lado de otro de algodón y con un camino donde transitaban las vacas.

La barbacoa... portátil que llevo Claudine, la mar de efectiva.

Nos hizo un pollito con tallarines, que vamos, ya querrían muchos restaurantes de Madrid.

Espectacular el paisaje, divino el ambiente y maravillosa la siestecita, con arañas, insectos y trozos de caña de mijo que se metían por todos los sitios, sobre todo si te sentabas, podía empalarte....

La vuelta, fue también en canoa, pero como los tickets no estaban, después de subir en una canoa, resulta que no estaba el perchero,, porque no lo he dicho, pero era un perchero que ni los gondoleros de Venecia.

Así que después de subir todo, pon una canoa paralela a la otra y empieza a traspasar, la caja de cervezas, las cacerolas, el carbón vegetal... las personas... y alguno moviendo la canoa.. siempre hay graciosillos, que le digan a Teresa los nervios y tensión.

Así que las 14,30, subíamos a la ambulancia de Dono-Manga para volver y llegamos a las 19,15. De noche, por arena, con personas volviendo sin luz en los caminos, a algunos rectos en normativa, querría ver yo por aquí.

Maravillosa excursión, algo que no podréis encontrar en el catalogo de viajes del Corte Ingles....

Saludos desde Chad